La tríada del aula: construirse desde el ser, saber y poder
Ser, saber y poder en la práctica educativa: una mirada crítica desde el aula
La práctica educativa no se reduce a aplicar técnicas o seguir planes. Es un espacio complejo donde se entrelazan el ser, el saber y el poder. El artículo de Perea (2018) nos invita a pensar la educación desde estos tres ejes, entendidos no solo como categorías teóricas, sino como dimensiones vividas cotidianamente por docentes y estudiantes.
El ser docente: dimensión ontológica
Ser docente no se limita a tener un título, sino a construirse como sujeto pedagógico. Esto implica un compromiso ético con el otro, una disposición a escuchar, a cuestionarse, a estar presente de forma genuina.
¿Quién soy como educador(a)?
¿Qué lugar ocupo en las relaciones escolares?
¿Cómo se entreteje mi historia personal con mi práctica docente?
El ser se configura a través de la experiencia, el encuentro con los estudiantes y el contexto social en el que se enseña.
El saber docente: dimensión epistemológica
Perea nos recuerda que el saber docente no es solo técnico o disciplinar, sino también un saber situado y construido en la práctica. Saber enseñar implica:
- Conocer a los estudiantes.
- Comprender la cultura escolar.
- Reflexionar sobre los contenidos y su pertinencia.
- Reconocer el conocimiento como construcción colectiva, no como transmisión pasiva.
El docente no es solo transmisor de conocimientos, sino productor de sentido.
El poder docente: dimensión política y ética
En la escuela, el poder no siempre es evidente, pero siempre está presente: en los silencios, en los reglamentos, en los libros de texto, en las decisiones que se toman sin consultar. Perea plantea que el poder en la educación puede ser: Opresivo, cuando impone y silencia o transformador, cuando abre espacios para el diálogo y la autonomía.
El docente, entonces, debe ser consciente de su posición de poder y utilizarla para empoderar a sus estudiantes, no para domesticarlos. Una práctica educativa crítica: integrar ser, saber y poder.
Estos tres ejes no deben pensarse por separado. La práctica pedagógica se enriquece cuando:
- El ser se nutre de la reflexión ética.
- El saber se construye colectivamente y desde la experiencia.
- El poder se ejerce con conciencia y en función de la justicia social.
Esta perspectiva está en sintonía con autores como Paulo Freire, quien propone una educación liberadora en la que el diálogo, la conciencia crítica y la transformación social son pilares fundamentales.
Pensar en el ser, saber y poder dentro de la práctica docente nos permite superar modelos técnicos y verticales, y avanzar hacia una educación más humana, crítica y comprometida con la realidad. Como docentes en formación, esta reflexión es un paso esencial para construir una pedagogía ética, transformadora y consciente.
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